Procedimiento descodificador de una patología simple

El otro día impartí una conferencia en Yogam, un centro de yoga y otras actividades situado en Rafelbunyol que regenta mi amiga Amparo Salví.

La actividad versaba sobre simbología de la alimentación y de algunas enfermedades, a lo que una asistente me preguntó, en un momento dado, cuál era la simbología subyacente en una inflamación del útero que ella había padecido hacía tiempo.

A la hora de abordar este caso, y sólo con el dato de inflamación en el útero que me había facilitado la referida persona, ya contaba con varias pistas:

- Los problemas de útero (como de otros órganos exclusivos de la mujer) ponen de relieve un conflicto de género (la persona se siente afectada en su parte de mujer). Esto significa (aunque parezca una perogrullada) que sólo una mujer puede padecer un problema con el útero, nunca un hombre.
- El útero, además, simboliza algo muy claro: la maternidad.
- Inflamación es una palabra derivada del latín inflammatio/-onis, la cual contiene, a su vez, el vocablo flamma/-ae, que significa llama. Por consiguiente, de un modo literal, inflamación quiere decir en llamas. Lo que trasladado al lenguaje coloquial moderno equivaldría a sentirse caliente o acalorada (enfadada) o quemada (cansada, decepcionada).
- Por otro lado, conviene tener en cuenta que en griego útero es ὑστέρα (istera), que da lugar a la palabra histérico (que por una parte significa relativo al útero, pero también muy nervioso o alterado).

Con esta información, y algo de intuición, mi pregunta fue muy directa: ¿En el momento de manifestarse la inflamación del útero estabas viviendo alguna clase de conflicto con algún hijo tuyo?

Entonces la respuesta llegó clara y directa por parte de mi interlocutora: Sí, con mi hija.

¿Y puedes confirmarme si al vivir ese conflicto tú te sentías caliente con ella, quemada o alterada?, añadí yo. A lo que me contestó sorprendida: Sí, exactamente, así fue.

Y ahí concluyó mi descodificación.

Luego, para hacer una interpretación correcta, son necesarias dos o tres premisas (según lo complicado que se presente el caso):

- Entender el doble sentido subyacente en el síntoma.
- Establecer una correspondencia entre la cronología del propio síntoma y la de la vida de la persona que lo padece (un cambio en el cuerpo delata un cambio en nuestra vida).
- Cuando con las dos premisas anteriores no se vislumbra una conclusión clara, se hace necesario ubicar el síntoma en el contexto específico en el que se encuentra la persona afectada, lo que a menudo resulta completa y definitivamente esclarecedor.

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