"Antes de gritarnos, la vida nos susurra". ¿Seguro?

Conforme crezco y experimento, voy descubriendo y modificando algunas de mis creencias erróneas. Una de ellas es pensar que la vida nos va sugiriendo caminos por donde ir, que en primera instancia lo hace amablemente, y que si no despertamos a tiempo recurre a métodos más desagradables, como un accidente, por ejemplo.

Esto, en realidad, me doy cuenta ahora, es una verdad a medias.

Para mí, existe una verdad mayor: la vida nos trata de acuerdo con nuestras creencias. Es decir, recibimos de ella lo que le damos previamente. Se comporta, pues, como un espejo exacto de lo que nosotros somos.

Nosotros actuamos conforme a nuestro sistema de creencias; y la vida también actúa con nosotros de acuerdo con nuestro propio sistema de creencias. Al fin y al cabo, somos dioses de nuestra propia realidad, la cual se va determinando, milimétricamente, de acuerdo con dichas creencias. Simplemente, creamos, a cada instante, lo que creemos (consciente o inconscientemente).

Es como si yo le digo a alguien, muy convencidamente: En un primer momento, seré amable y considerado contigo, pero si no cumples con lo que hemos pactado me enfadaré y quizá me vuelva desagradable.

Pues ese mismo trato recibiremos de la vida. Porque La Vida somos nosotros mismos. Nuestra vida, insisto, la creamos nosotros.

A primera vista parece algo difícil de discutir. Suena lógico, coherente, el siguiente ejemplo:

La vida me dio un primer aviso con mi gastritis, luego llegó la úlcera, y como seguí ciego en mis trece, desarrollé finalmente un cáncer de estómago. Entonces desperté.

Y digo que suena lógico y coherente porque esa historia, u otras parecidas, puede resultarnos familiar. Detrás de ella operan unas leyes, una casuística. Es todo tan evidente, tan palpable...

Pero, ¿y si reconvirtiéramos nuestro sistema de creencias por uno del tipo: La vida siempre me trata dulce y amablemente. Siempre me susurra tiernamente al oído. Nunca me grita?

Evidentemente, para vivir instalados en este nuevo, y factible, paradigma, para escapar del dolor y del sufrimiento, sería conditio sine quanon aplicarlo nosotros mismos cotidianamente, es decir, actuar siempre con dulzura, con amabilidad... independientemente de cuáles fueren nuestras circunstancias. O, dicho de otro, modo: acogernos a la Ley Suprema, la única capaz de supeditar y trascender a todas las demás.

Hablo, por supuesto, de la Ley del Amor.

Comentarios