"En casa del herrero, cuchillo de palo".

Suele ocurrir que algunas personas tienden a poner a otras en un pedestal. Algo poco recomendable. Sobre todo, porque cuando ponemos a alguien en un pedestal nosotros nos ponemos por debajo de esa persona. Es decir, que de algún modo nos estamos sintiendo (aunque sea inconscientemente) inferior a ella.

En todo caso, por muy virtuoso que sea un individuo, y por mucho recorrido que atesore en su experiencia vital, seguro que tendrá sus más y sus menos.

Todos cojeamos de algún pie. Todos tenemos un lado oscuro. Incluso aquellos seres humanos que son considerados maestros (tal como yo lo veo, todas las personas que me encuentro en mi camino son mis maestras, pues a fin de cuentas, de todas ellas aprendo algo).

El breve relato que sigue a continuación se me ocurrió recientemente, y tiene mucho que ver con lo que acabo de comentaros. Es un relato de ficción pero inspirado en la vida real. Se titula:


EN CASA DEL HERRERO,
CUCHILLO DE PALO.

Había oído hablar del gran maestro Genmai, de su gran sabiduría, y de cómo, según sus más fieles seguidores, había conseguido trascender el ego. Así pues, dadas mis ganas de aprender y de superar mis humanas limitaciones, y el sufrimiento que a veces provocaba en mí el ego, decidí viajar a la India para imbuirme de los conocimientos del referido.

Efectivamente, era cierto lo que había oído comentar de este gran maestro. Doy fe de que durante los ocho meses que compartí con él en su escuela llegué a comprender, con enorme precisión, los complejos y variados mecanismos a través de los cuales se encarna el ego, y las actitudes y transformaciones interiores que conviene llevar a cabo para dejarlo atrás.

Sin embargo, en virtud de una especial empatía que surgió entre el maestro Genmai y yo, éste resolvió invitarme aquel verano a pasar una semana con su familia en un poblado costero cercano a su escuela. Por supuesto, acepté.

Dadas las circunstancias, tuve oportunidad de verlo en la intimidad de su hogar familiar, interactuando con sus parientes cotidianamente. A lo que, a los dos días de haber llegado al lugar, lo descubrí de buena mañana protagonizando una acalorada discusión con su octogenario hermano. No me lo podía creer. ¡El maestro Genmai discutiendo! ¡Y con su ego a flor de piel!

La verdad es que, al menos en un primer momento, me sentí profundamente decepcionado. Estafado, diría yo. Incluso enfadado. De hecho, pensé que después de aquel episodio tan desagradable que había atestiguado, ¿en quién podría confiar? Si un maestro en el arte de dominar el ego tenía un gran ego, ¿qué más podía esperar de la vida? Sentí sobre mis espaldas el peso del fracaso.

Tiempo después abandoné la India y regresé a Europa. Y posteriormente, me reencontré en un supermercado con mi hermana, con quien siempre había tenido una relación muy complicada (debido a su agrio y dominante carácter). El caso es que ella me invitó a comer a su casa con el resto de la familia. En esa tesitura, durante el almuerzo, sacó a colación algunos temas de conversación francamente escabrosos, generando una tensión en el ambiente que se podía cortar con un cuchillo. No obstante, a diferencia de otras veces, yo conseguí dominar mi ego y salvar la situación exitosamente, sin acalorarme y sin aspavientos.

Entonces me di cuenta de que mis nuevas y eficaces habilidades sociales no eran sino el resultado directo de la sabiduría y enseñanzas del maestro Genmai, y que si no hubiera sido por él, quién sabe lo que podría haber sucedido en esa reunión familiar tan tensa. Probablemente, yo habría actuado como un energúmeno.

Mi conclusión fue clara: En casa del herrero cuchillo de palo. O sea, que el sabio Genmai era un maestro en el arte de superar el ego... y a la vez tenía un gran ego. Así somos los seres humanos: un tanto contradictorios; o simplemente duales.

Comoquiera que fuese, yo me quedo con sus valiosas enseñanzas. Su ego en modo alguno las invalida. Una cosa es la persona y otra sus conocimientos. Al fin y al cabo, todos cojeamos de algún pie.

Incluso los grandes maestros.

Comentarios