La escritura como terapia

El impulso natural de una persona que goce de una cierta armonía será desarrollar una tendencia a deshacerse de la basura que vaya generando en su espacio vital, de tal modo que, conforme ésta surja, vaya eliminándose. Lo inarmónico, y lo patológico, sería que esa basura fuera acumulándose en el propio hogar en vez de en el lugar donde le corresponde. Esto es algo que parece lógico y que cualquiera de nosotros daría por supuesto. Pues bien, lo mismo sucede con los aspectos inmateriales de nuestra vida, ésos que constituyen nuestra parte más densa y oscura: los pensamientos negativos, los recuerdos dolorosos, las obsesiones, los miedos, los traumas de la infancia, etc., etc. Es necesario deshacernos de ellos.

Una forma muy eficaz de lograrlo, y al alcance de todo el mundo, es servirnos de la escritura como terapia. Se trata de escribir regularmente (cada vez que uno lo sienta) en un papel suelto (no una libreta) todo aquello que a uno (conscientemente) le causa malestar, incomodidad, dolor o sufrimiento. Sea lo que sea, y sin que necesariamente tengan que tener conexión unos hechos con otros. Eso sí, lo que es imprescindible es que seamos absolutamente sinceros y que no nos autocensuremos, ya que se trata de textos completamente íntimos que no van a ser leídos por nadie. Pongamos un ejemplo:

De pequeño me faltó cariño de mi padre, y eso me causa tristeza.
Siento resentimiento y odio hacia mi padre.
Me pongo a la defensiva y me vuelvo agresivo en presencia de mi padre.

Me siento inseguro.
Creo que no gusto a los demás.
Tengo miedo de conocer a una chica por si me llega a gustar mucho y luego me deja.

Hoy mi jefe me ha humillado delante de una compañera de trabajo y he sentido ganas de pegarle. Con gusto le habría dado un puñetazo y le hubiera mandado a la mierda, pero no lo he hecho porque tengo miedo de perder mi puesto de trabajo. Así que ahora me siento impotente, muy frustrado y con rabia.

La idea es que una vez escrito el papel con el contenido que consideremos oportuno (insisto: sin censura alguna), hagamos cualquiera de estas cosas con él: quemarlo, tirarlo a la basura o reciclarlo. Ha de ser un acto que nuestra mente asocie con la idea de eliminación, purificación, desintegración, reciclaje o transformación. Y mientras tiramos el papel a la basura o lo quemamos, podemos decir alguna frase de refuerzo como: Me deshago de todo esto ó Pongo esto en el lugar que le corresponde o Entrego a la vida esta basura para que se encargue de purificarla/reciclarla/convertirla en algo provechoso.

Igualmente, podemos utilizar la escritura para darle la vuelta a la tortilla, escribiendo a continuación en un papel la versión transformada de nuestros aspectos inarmónicos. Siguiendo con los ejemplos anteriores:

Mi padre me trató de pequeño lo mejor que supo.
Mi padre, como yo, es hijo de sus circunstancias.
Mi padre y yo tenemos cosas en común, por eso le comprendo.
Me acepto tal como soy y me amo.

Me siento seguro de mí mismo y confiado a cada instante.
Me gusto a mí mismo y gusto a muchas personas.
Tengo ganas de conocer a una chica y experimentar con ella el ahora sin pensar en el mañana.

Comprendo que mi jefe humilla a las personas porque le falta amor en su vida, porque en el fondo se siente triste y solo. Mi jefe, en realidad, no tiene nada personal contra mí. Simplemente, me ha utilizado como un chivo expiatorio. De todos modos, me abro a un trabajo nuevo, en el que pueda disfrutar ejerciéndolo, y en el que se me respete como persona y se me reconozca como profesional. Ahora me siento fuerte, capaz de conseguir lo que me proponga y completamente confiado en el futuro. Merezco lo mejor de la vida.

En este caso, el propósito sería leer este texto en voz alta y colocar la hoja que lo contenga en un lugar visible, donde podamos leerla fácilmente, al menos, un par de veces al día (mejor si es en voz alta). La idea aquí es releer ese texto durante algunos días o semanas e ir cambiándolo o modificándolo paralelamente a la eliminación/reciclaje de las hojas con nuestros aspectos inarmónicos.

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