"Ciudad de vida y muerte", de Lu Chuan.

Yo nunca he estado en una guerra. No en una guerra, me refiero, como las que entendemos comúnmente, de ésas en las que se mata a personas, se destruyen ciudades y se viola a mujeres; de ésas que son máximas y atroces. De ésas en las que los seres humanos sacan lo peor... y lo mejor de sí mismos.

Ciudad de vida y muerte es una superproducción china (desde luego, no todos los productos que provienen de ese país son de baja calidad) que relata una de esas guerras. Y lo hace hasta el punto de convertir el filme en una obra maestra con todas las de la ley (a la altura de La Lista de Schindler o de Salvar al soldado Ryan).

Simplemente, me quedé impresionado anoche con este largometraje: con qué habilidad, en verdad portentosa, el director te sumerge en la contienda. Sentí que nada sobraba; y que nada faltaba. Y el horror que atestigüé en poco más de dos horas, sin embargo, no me llevó a salir del cine deprimido o arrepentido, sino plenamente satisfecho (y con muchas ganas de compartir la experiencia con vosotros/as) por haber visto una de esas películas geniales que no se olvidan jamás.

Esta maravilla cinematográfica nos relata cómo discurrió la masacre de la ciudad china de Nanking, cuando el Ejército Imperial Japonés invadió China, refiriendo a las atrocidades cometidas por el invasor nipón tras la caída de la capital, el 13 de diciembre de 1937.

A pesar de la temática que aborda, y de los horrores que evoca, diría que es una película tratada con mucha elegancia, en la que el director, por ejemplo, no se recrea en las escenas escabrosas. Una vez más, tal como hizo recientemente Haneke en La cinta blanca, son mucho más duras las escenas en las que la violencia se sugiere (como ésa en la que un soldado japonés defenestra a una niña delante mismo de sus padres; y, eso sí, observas de forma explícita el insoportable dolor que el hecho provoca en ellos -mientras te preguntas espantado: Dios mío, ¿cómo ha podido hacer algo así?-).

Una película de estas características fácilmente dejará buen sabor de boca a todo espectador amante de El Séptimo Arte; así como entre gran parte del público que acuda a verla. Porque aparte de recrear un hecho histórico con absoluto realismo, será capaz de despertar muchas conciencias. Lo que conducirá a más de uno a experimentar una profunda aversión por las guerras. Y el rechazo mayoritario de esa lacra humana podría contribuir a que algún día aquéllas formen parte del pasado.

Ojalá que sí.

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