La demostrada e incomparable vitalidad del Reino Vegetal

Hace unos cuantos días corté unas rodajas de hinojo para añadirlas a mi ensalada, y no volví a sacar el bulbo del frigorífico hasta ayer. Habían pasado tres o cuatro días. De hecho, ya se había oxidado un poco, tal como se aprecia en las fotografías.

Lo curioso de este hecho es que del germen del bulbo estaba creciendo una nueva planta, con su tallo y sus hojas. Es decir, cuando había cortado el hinojo por última vez su superficie había quedado completamente uniforme por el corte, pero ahora la nueva planta emergía del núcleo, formando una parte diferenciada, protuberante y llena de vida.





Tratándose de un hinojo de cultivo ecológico, puede que llevara fuera del huerto unos diez o doce días, a lo sumo. Pero lo fantástico es que después de haber sido cortado varias veces y mantenido en un entorno sin luz, sin agua, sin tierra y con mucho frío (el interior del frigorífico) la vida latente en él había conseguido abrirse camino. Algo que de ninguna de las maneras podría esperarse de un alimento de origen animal (es muy poco probable que un animal muerto, o una de sus partes, resucite dentro del frigorífico).

Esta capacidad portentosa de mantener la vida latiendo a cada instante, incluso en condiciones muy adversas, es una cualidad exclusiva e inherente del reino vegetal, y de la que podemos beneficiarnos los seres humanos en la medida en que comamos vegetales crudos. Y digo crudos porque la cocción, en cualquiera de sus formas, elimina esta cualidad de un modo totalmente irreversible.

En todo caso, podéis comprobarlo a través de vuestra propia experiencia, incrementando la cantidad de fruta (nunca como postre) y de verdura crudas (en forma de ensaladas) que toméis a diario, y viendo los efectos que este cambio produzca en vosotros.

Será fácil que al cabo de algunas semanas os llevéis una agradable sorpresa.

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