La espantosa realidad de las pruebas cosméticas con animales

Hace poco menos de dos años escribí un artículo en Saliment a propósito de la crueldad que los seres humanos pueden llegar a ejercer sobre los animales no humanos y en relación con algunas fiestas populares, con la industria peletera y con la de alimentación. Ilustrando dicho artículo con algunos vídeos verdaderamente escalofriantes.

Hoy pretendo hacer hincapié en otra faceta de este asunto no menos espeluznante: los experimentos que muchas industrias cosméticas (jabones, geles, champús, espumas de afeitar, cremas de belleza) y químicas (las que fabrican productos de limpieza para el hogar o pinturas, por ejemplo) practican sobre animales vivos. Animales tales como: ratas, conejos, perros, gatos y primates.

De toda la información (extensísima) que podéis encontrar en Internet, al respecto, paso a resumiros algunos de estos experimentos; advirtiéndoos de que la sola lectura de dichas prácticas puede herir vuestra sensibilidad.

Algunos de estos procedimientos consisten en:

- Por de pronto, sacar a algunos de dichos animales (otros son criados en granjas específicas) de forma violenta de su hábitat natural, separándolos en muchos casos de sus familias o de sus manadas.
- Aislarlos en jaulas pequeñas y en solitario, privándolos del calor y de la compañía de sus semejantes.
- Obligarlos a ingerir por un tubo que pasa por su garganta diferentes dosis de químicos. Un proceso intrínsecamente estresante y doloroso que causa daños y lesiones en la garganta, en los órganos internos, así como convulsiones, diarrea, hemorragias nasales y bucales, vómitos, etc. Algunos mueren envenenados tras largas agonías, al ingerir cantidades cientos de veces más altas que las que podrían ser consumidas por humanos.
- Inocular sustancias químicas en hembras preñadas para ver sus efectos en los embriones o en las crias no nacidas, las cuales serán desmembradas posteriormente para la disección.
- Abrirles el cráneo (estando vivos) y aplicarles electrodos directamente en el cerebro, con la intención de valorar distintas respuestas neurológicas.
- Experimentos cuyos síntomas o efectos secundarios pueden deducirse o suponerse pero que requerirían que el animal pudiera hablar para explicarlos, tales como dolor de cabeza, hormigueo, náuseas, vértigo, etc.

El test Draize ocular:

El test Draize fue creado hace más de 45 años por John H. Draize, un toxicólogo que trabajaba para la Food and Drug Administration (FDA) de EE.UU. Se utiliza para medir la irritación mediante la observación de los daños que causa una sustancia en los ojos y la piel de los animales. Se suelen utilizar conejos albinos por distintas razones: son baratos, fáciles de obtener, tranquilos y no agresivos, fáciles de manipular por el personal del laboratorio, y tienen ojos grandes con lo que facilita la aplicación y observación de los efectos de la sustancia. En el test Draize de irritación ocular se aplican soluciones de productos directamente en los ojos de animales conscientes, generalmente sin administración de analgésicos. Durante los siete días que suele durar la prueba, los animales sufren un extremo dolor, úlceras y hemorragias, por lo que se los inmoviliza para evitar que satisfagan su instinto de rascarse y lavarse. Para tal fin, también se suelen mantener los ojos abiertos con clips. A menudo, los animales acaban ciegos. Al final del test, se sacrifica a los animales para evaluar los efectos internos de las sustancias que se han testado.

Test Draize de irritación cutánea:

En el test Draize de irritación cutánea, se inmoviliza al animal y se aplica la sustancia en la piel afeitada y raída (para lo que se aplica cinta adhesiva sobre el cuerpo del animal y se retira rápidamente varias veces hasta que se desprenden varias capas de piel). Las sustancias se mezclan con un compuesto para exagerar la reacción y se aplican sobre la piel o bien se inyectan por vía subcutánea, generalmente en conejos o cobayas. El test muestra si la sustancia penetra la piel y causa una reacción alérgica. Es frecuente que se utilicen dosis demasiado elevadas de la sustancia, con lo que se sobreestima la sensibilización. Estos test a veces no son capaces de detectar las sustancias potencialmente tóxicas ya que puede haber hasta cinco veces de diferencia en la capacidad de absorción de la piel de otros animales y la de los humanos.

Pero lo peor de todo es que la inmensa mayoría de estas pruebas, sino todas, podrían llevarse a cabo sobre cultivos de células y tejidos, sin necesidad de recurrir a animales vivos que, además, son diferentes a nosotros anatómica y fisiológicamente.

Afortunadamente, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha respaldado la directiva comunitaria de 2003 que prohíbe de forma progresiva la comercialización de productos cosméticos para cuya elaboración se realizaron ensayos con animales.

Por algo se empieza.

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