Toda regla tiene su excepción

Hace poco me encontré con un caso interesante. Se trataba de una persona a la que conozco desde hace años y con quien disfruto de mucha confianza. En un momento dado, nos adentramos en una conversación, y en un determinado punto de la misma dicha persona me comentó lo siguiente (intento reproducir sus palabras lo más fielmente posible):

Carlos, hace algunos meses asistí a una conferencia tuya en la que explicabas la simbología de las afecciones y enfermedades. Fue una conferencia que me llamó mucho la atención y que me fascinó, porque por primera vez en mi vida me daba cuenta de que, además de una serie de causas físicas, la enfermedad obedece a otra serie de causas psicoemocionales que son la expresión de un conflicto no resuelto. Y la cosa es que, curiosamente, a los pocos días, pillé un resfriado. Entonces tuve la ocasión perfecta para comprobar de primera mano lo que tú nos habías explicado en esa conferencia. Es decir, me di cuenta de que mi fiebre estaba ahí porque hacía unos días que había tenido una fuerte discusión con mi novia en la que ella me había "calentado" muchísimo. Un "calentón" en el que, para no empeorar las cosas, me había tragado mi ira. Pero también tuve tos, lo que quería decir que había algo en mi relación de pareja (pulmón=órgano par) que tenía que "expectorar", o sea, mucosidad compuesta de toxinas que tenía que expulsar. A lo que añado la serie de escalofríos que también noté, los cuales me obligaban a entrar en calor, porque, de hecho, había actuado muy "friamente" con ella; y, por último, cuando vomité, porque estaba claro que había vivido algo recientemente que "no podía ni digerir".

Todo encajaba a la perfección. Todo tenía sentido. Era maravilloso poder verlo. Casi mágico. Sin embargo, hace poco volví a tener un resfriado que, a diferencia del último, sólo me dio dos síntomas: abundante mucosidad durante cinco días y algo de febrícula (fiebre baja). Pero lo curioso es que no había tenido ningún encontronazo con mi novia, ni me había calentado con nadie, ni había cruzado por mi mente ningún pensamiento negativo. Por eso me siento ahora tan desconcertado, porque las piezas del rompecabezas no me encajan.

Después de hacerle una serie de preguntas a mi amigo para ahondar en su caso, le comenté:

Verás, Juan (le cambio el nombre para preservar su anonimato), en este caso reciente, tu resfriado no ha sido la expresión de un conflicto, sino la consecuencia de un fenómeno que podríamos denominar "sincronización". Te explico: unos días antes de volver a resfriarte hiciste una limpieza profunda en tu casa. Además, te deshiciste de trastos viejos. Decidiste, asimismo, limpiar tu coche y llevarlo al taller para una puesta a punto y un cambio de filtros y de aceite. Y, por si fuera poco, resolviste cambiar de actitud con tu novia, desprendiéndote de ciertas conductas que no estaban sino malogrando vuestra relación.

Tu casa, tu coche, tu cuerpo, son espejos de lo que tú eres como individuo, como ser, como persona. Son espejos fieles de ti, muy fieles, a cada instante de tu vida. Y, de algún modo, están conectados contigo y tú con ellos. Por eso, si tú habías decidido limpiar tu casa y tu coche, tu cuerpo, simplemente, quiso "estar a la altura de las circunstancias", acompasándolas, "sincronizándose" con ellas. Pero para tal efecto era necesario que se desprendiera de viejas toxinas (mucosidad) y de esas ocasiones en las que te "calentaste" discutiendo con tu novia y reprimiste (no sacar al exterior) tu ira, "tu fuego" (fiebre). Todo eso, insisto, tenía que salir de tu cuerpo para que éste pudiera igualarse a tu casa, a tu coche y a tu persona, a esa persona más "limpia" que ahora eres.

Comentarios