Espíritu de superación

Afirmaría que una mayoría de gente experimenta las ganas de superarse en la vida: quien conduce un utilitario aspira a llevar un coche de cierto prestigio, quien vive en un suburbio y en un piso pequeño podría aspirar a vivir en una zona residencial y en una amplia vivienda, quien gana seiscientos u ochocientos euros fácilmente podría aspirar a ganar mil o mil quinientos. En definitiva, que quien más y quien menos desea superarse... en lo material. Otra cosa muy distinta es encontrar a personas con afán de superación personal o espiritual (para mí, dicho sea de paso, no hay nada más espiritual que cultivar la autoestima=darse uno/a a sí mismo/a en cada momento de su vida lo que es justo y necesario para estar/mantenerse en armonía).

En fin, cada uno/a tiene su escala de valores. Y no es que me parezca despreciable el querer aspirar a una vida de riqueza y abundancia, con mayores ingresos y posesiones. Me parece, a decir verdad, perfectamente compatible con la prosperidad personal. Lo que me llama la atención es el hecho de que una mayoría de gente destine tiempo y recursos a su prosperidad material y muy poca energía, cuando no, ninguna, a la superación personal/espiritual.

Por lo visto, es importante, o incluso esencial, prosperar en la vida. Entendiendo esa prosperidad como algo que puede cuantificarse de un modo visible: la potencia del automóvil que conducimos, los metros cuadrados de nuestra casa, lo lejano de nuestro destino en las últimas vacaciones, el rango o categoría que ocupamos en nuestro puesto de trabajo o los ceros de nuestra cuenta bancaria. Sin embargo, ¿dónde queda lo de ser mejor persona? ¿Qué lugar ocupa lo de ser menos egoísta, menos intolerante o más respetuoso y comprensivo con los demás? ¿A quién, de veras, le importa todo esto?

En el colegio nos preparan para posteriormente aprender una profesión y poder ganarnos algún día la vida. ¿Pero quién nos enseña (a ser posible, con el ejemplo) a mejorar como seres humanos, a superar nuestras limitaciones y a pulir esas facetas inarmónicas de nuestra personalidad y de nuestra conducta? ¿Nuestros padres? ¿Nuestros amigos? ¿Nuestros compañeros/as de trabajo?

A poco que nos fijemos, todo cambia a nuestro alrededor, todo evoluciona, todo muda y se transforma. Y, globalmente, esos cambios tienden a ser a mejor. Los/as homosexuales, por ejemplo, han ganado mucho terreno en sus legítimos derechos, las mujeres en igualdad, los ancianos en atención sanitaria. Cada vez hay más herboristerías, SPAs, centros de terapias naturales, ONGs, acciones ecológicas. A pesar de todo (guerras, desigualdades, injusticias, hambre, etc.), nuestro mundo crece, evoluciona y prospera. Evolucionan nuestras ciudades, los medios de transporte, las telecomunicaciones y las instituciones públicas. Todos/as, de un modo u otro, estamos involucrados en ese cambio. Las cosas cambian y mejoran porque detrás hay personas que lo hacen posible. Sin embargo, en todo este universo de transformación, ¿quiénes buscan crecer, evolucionar y mejorar en lo personal? ¿Quiénes buscan hacerlo conscientemente y no forzados por las circunstancias adversas de la vida?

Aunque cada vez más, sigue siendo una minoría de gente la que decide dedicar tiempo y recursos a su trabajo personal, o, dicho de otro modo, a trabajarse. Trabajarse para superar sus limitaciones (egoísmo, intolerancia, incomprensión), sus miedos (a lo desconocido, al fracaso, al cambio, a la soledad, al rechazo, a envejecer), sus complejos (de inferioridad o de superioridad, por ejemplo), sus crisis (de identidad, de edad), sus traumas, sus vicios, sus angustias... Todo esto nos condiciona, nos limita y, en última instancia, nos aleja de la felicidad. Y ni siquiera la prosperidad económica y material (quien la disfruta) es capaz de mitigar nuestro dolor y nuestro sufrimiento cuando somos víctimas de nuestras debilidades y de nuestra ignorancia.

Para poder superar el dolor, el sufrimiento o el malestar (más allá de los remedios temporales o de los parches), o, simplemente, para ser más felices, es necesario ir en pos de un crecimiento personal. Hace falta reconocer cuáles son nuestros puntos inarmónicos y empezar a trabajar sobre ellos. Hace falta dejar de culpar a todo y a todos/as y comenzar a asumir la responsabilidad sobre nuestras propias vidas, tomar nosotros/as las riendas de nuestro carruaje y recorrer nuestro camino. No puede existir un trabajo más importante, ni siquiera un trabajo bien remunerado económicamente (que, en ningún caso nos proporcionará la felicidad si nosotros/as no nos trabajamos primero). Se impone, pues, la necesidad de crecer para poder estar a la altura de las circunstancias y para poder hacer frente con éxito a los múltiples retos que nos lanza la vida cotidianamente. Es nuestra elección: crecer o estancarnos.

Y nosotras, las personas, somos como el agua: si nos estancamos, nos pudrimos.


Los que siguen son algunos vínculos donde podréis encontrar información interesante y práctica sobre el crecimiento personal:

http://www.crecimiento-personal.com/presentaciones_pps.htm#

http://www.formarse.com.ar/crecimiento/crecimiento_personal.htm

http://www.tusuperacionpersonal.com/crecimiento-personal.html

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