Lo mejor para dormir bien: tener la conciencia tranquila.

Hace tres años escribí un artículo en Saliment en el que daba algunas pautas físicas para dormir mejor, así como una observación metafórica sobre las dificultades para conciliar el sueño. A todo ello añadiría ahora la experiencia acumulada en este período de tiempo, en virtud de la cual he llegado a una importante conclusión: que para dormir bien es conveniente tener la conciencia tranquila.

Sé que no he descubierto América aseverando tal cosa, pero lo que sí puedo corroboraros es la veracidad de tal afirmación. Aunque yo la explicaría de otro modo.

Os diría, para ser exacto, que cuanto más impecablemente se comporta una persona, tanto mejor duerme. E, inversamente: tantas más dificultades encuentra el individuo para conciliar el sueño en la medida en que se aleja de dicha pulcritud.

Hace poco, por determinadas circunstancias que se han dado en mi vida (a las que aludí en un artículo reciente), he tenido la ocasión de darle lo mejor de mí a un ser muy querido. En particular, en su última semana de vida, y como colofón a una grave y penosa enfermedad.

El caso es que tardé un poco en comprenderlo, porque al principio me resultaba difícil entender cómo yo podía estar tan sereno en semejante trance. Pero cuando en mitad de esa entrega a la otra persona me paraba a pensar por unos instantes, no tardaba en darme cuenta de que, efectivamente, estaba dando lo mejor que había dentro de mí, al máximo y de un modo que me dejaba plenamente satisfecho.

Siendo así las cosas, encontrándome yo tan espabilado (con los ojos bien abiertos), tan despierto y bien dispuesto a afrontar el reto que me lanzaba la vida, la consecuencia lógica no podía ser otra que dormir fácil y felizmente. Porque si en ese momento hubiera estado dormido (sin darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor y de lo que la vida requería de mí), si hubiera actuado inconscientemente, el efecto más coherente con esa realidad hubiera sido algún tipo de dificultad para conciliar el sueño (o mantenerlo), cuya lectura simbólica (y mensaje implícito) se habría caído por su propio peso: Carlos, ¡no te duermas!, ¡espabila!, ¡despierta!, ¡abre los ojos!

Sin embargo, no era ese mi caso (al menos, en ese momento de mi vida), pues, como he dicho, yo ya estaba bien despierto, espabilado (totalmente enfocado en mi tarea de cuidar a esa persona), actuando a tono con mi conciencia y dejándome llevar por mi corazón (donde nace el amor).

En suma, que la sabiduría popular, nacida de gente muy observadora, y contrastada a lo largo de los siglos, una vez más, da en la diana a través de sus refranes y dichos, explicándonos la razón de ser de muchos fenómenos y avatares cotidianos y proponiéndonos soluciones tan sencillas como difíciles de llevar a cabo. Como, en este caso, vivir a tono con nuestra conciencia. Nada más y nada menos.

No es de extrañar que los trastornos del sueño, en el mundo moderno en que vivimos, sean una de las afecciones más comunes. Y es que a veces, los seres humanos, a juzgar por algunos de nuestros actos, parece que no tengamos conciencia. Parece que nos falte... despertar.

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