Pan, aceite y sal.

Aunque lo parezca por el título, hoy no voy a comentaros las excelencias de este delicioso y clásico tentempié. Voy a hablaros, más bien, de cada uno de sus ingredientes por separado y de algunas de las más interesantes facetas de éstos.

PAN

Comprendo que durante largo tiempo muchos hayan acompañado sus comidas con generosas cantidades de pan... blanco. Algo que difícilmente podría hacerse con auténtico pan integral (no el que suelen vender en hornos o supermercados), ya que éste alimenta y llena enseguida el estómago, y no ya sólo por la fibra que contiene (que sacia) sino por ser un alimento completo y rico en nutrientes (cuanto más rico en nutrientes es un alimento, más nos llena).

Os recomiendo, ante todo, el pan de espelta y de centeno. El primero está elaborado con un grano de la familia del trigo pero más rico en nutrientes, menos alergénico, más sabroso y más fácilmente asimilable. El de centeno es bastante más pesado, por lo que no necesitaréis comerlo en gran cantidad. Y su flúor orgánico os ayudará a mantener en buen estado vuestros dientes y huesos.

A quienes padezcáis de sobrepeso os conviene tener en cuenta que el único pan que no os engordará será el tostado (conviene humedecerlo antes de comerlo para que no dé sed). Pero no el que podáis tostar en una tostadora doméstica sino el que compréis ya tostado. Y, a ser posible, de espelta. ¿Y por qué tostado? Porque no contiene almidón (éste se transforma en dextrina -un azúcar sencillo- por efecto del calor). El almidón engorda, porque nuestro cuerpo no puede digerirlo correctamente (para poder hacerlo, tendríamos que ensalivarlo mucho rato y dejar que las amilasas que contiene la saliva actuaran sobre él hasta fragmentarlo).

Lo que no os recomiendo es comprar panes multicereales, ya que el organismo tiene dificultades para digerir correctamente granos de distinta naturaleza. Por lo que tienden a fermentar y a producir toxinas (aunque no se note ningún síntoma) si van juntos; además, a quien tenga tendencia, le engordarán.

El pan blanco no puede ser considerado como alimento, sino como comestible, ya que apenas contiene nutrientes. A fin de cuentas, no es algo natural (la naturaleza no produce granos refinados sino integrales). Es puro almidón y poco más. Y como todo comestible refinado, tiende a producir serios problemas de salud a la larga (desmineralización, desnutrición y enfermedades degenerativas; con todo lo que eso supone).

El pan no se lleva muy bien con el aceite (aunque culinariamente combinen ambos de maravilla), puesto que en el estómago y en los intestinos conforman unas masas viscosas y muy difíciles de digerir. Una cosa es lo sabroso que esté un plato y otra muy distinta cómo se digiere en nuestro aparato digestivo y cómo le sienta a nuestro cuerpo. De todos modos, no se trata de renunciar al pan con aceite sino de moderar al máximo la cantidad de aceite que se le pone al pan. Lo mejor, para estos casos, sería usar un pulverizador de aceite.

El pan es el alimento que simboliza la calidez. Tengamos en cuenta que se necesita tiempo y un calor muy intenso (en los hornos) para cocerlo. Por eso, quien lo consume en cantidades excesivas está buscando, inconscientemente, la calidez (humana). Quien no puede comer sin él es porque siente que le falta calor a su vida. Y si a una persona le falta calor en su vida es porque no da suficiente calor a los demás... o a sí misma.

Os recomiendo las marcas Rincón del segura, Molino del Villar y Forn del Parral.

ACEITE

De lo que se come se cría. ¿Y no es cierto que el aceite es bastante viscoso y pegajoso? Cuando el aceite pringa algún objeto o alguna prenda de vestir, no hay más remedio que lavarla con jabón (desengrasante). Y pensad: ¿cómo os sentís después de comer una paella aceitosa? ¿Quizá un tanto viscosos o espesos? ¿Buscáis una buena cama para hacer la siesta y recuperaros?

El aceite, en particular el de oliva (el más consumido en España), a diferencia del aguacate (muy ligero, suave y digestible) posee una alta densidad molecular. Por consiguiente, a poco que se añada generosamente a una ensalada o a una comida, la convertirá en algo pesado y difícil de digerir. Por eso, el aceite sólo es saludable si se toma con mucha moderación.

Os recomiendo cualquier aceite de semillas (no sólo el de oliva). Pero que sea virgen, de primera presión en frío y, preferiblemente, ecológico. Y si compráis un aceite que no sea de oliva, hacedlo en una herboristería o ecomercado, porque todos los aceites de semillas (maíz, girasol, etc.) que se venden en los supermercados son refinados y poco sabrosos (probad un aceite de girasol de supermercado y otro de herboristería y decidme si se parecen en algo).

El aceite de:

- girasol: da fuerza, vitalidad y alegría, debido a que la planta está recolectando energía solar durante todo el día.
- sésamo: es ideal para los huesos y dientes (por su alto contenido en calcio) y para el cerebro (por su contenido en fósforo).
- maíz es un gran equilibrante.
- lino: muy rico en omega 3 y ligeramente laxante.
- oliva: es un buen regenerador (para el cabello, por ejemplo). Y en cantidades moderadas, ayuda a combatir el agotamiento.

El exceso de aceite, además de entorpecer y retardar las digestiones, frena en gran medida la circulación sanguínea. Por lo cual, le conviene estar especialmente atento a las dosis a quien padezca de trastornos circulatorios: varices, trombosis, falta de riego en el cerebro, etc.

El exceso de aceite también frena nuestra fluidez (mental y espiritual). De tal modo que, cuanto más aceite en el plato, más grasa se vuelve la piel y menos fluida se vuelve la vida de la persona. Así pues, el exceso de aceite en la dieta humana delata que el individuo no fluye armoniosa ni ágilmente en su vida. Le sobra viscosidad (¿habéis oído la expresión estoy muy espeso?) y le falta fluidez.

Os recomiendo, en general, reducir la cantidad de aceite en la dieta e incrementar la de aguacate: una grasa mucho más ligera y muy fácil de asimilar; además de ser un alimento muy completo y que da mucho juego en la cocina. Pero recordad que el aguacate, por sí sólo, no tiene un gran sabor. El sabor se lo dará el/los alimento/s que lo acompañe/n.

SAL

Perjudicial en exceso pero necesaria en pequeñas cantidades. Ayuda a subir la tensión del hipotenso y, por supuesto, realza el sabor de la comida (insisto: la sal no tiene que ser el ingrediente que dé sabor a la comida sino el que lo realce).

Mejor utilizad una sal marina natural y nunca refinada, ya que en la sal marina natural se encuentran, en mayor o menor proporción, todos los minerales y oligoelementos de la Tierra. Y eliminad de vuestra dieta las sales con flúor o yodo añadidos (ya que éstos son sintéticos y potencialmente perjudiciales). No hay mejor yodo que el de las algas o los plátanos maduros ni mejor flúor que el del centeno, el té negro, las espinacas, los espárragos o los rábanos.

El exceso de sal tiende a volver rígido (falta de flexibilidad, de tolerancia), cortante y mordaz al individuo (un grano de sal al microscopio es como un gran cubo: muy duro y con vértices y aristas muy puntiagudos y afilados). Además, delata que la persona se ha vuelto demasiado sosa, que le falta salero a su vida.

El exceso de sal mata. Tened en cuenta que la salazón es un método antiquísimo que se ha venido usando para evitar la proliferación de microorganismos en los alimentos. Pero nuestras células también son microorganismos.

Para moderar la sal en la dieta diaria, os sugiero comprar una sal de hierbas o verduras (Sorribas, Rapunzel o Herbamare), o bien hacerla vosotros mismos. Y si notáis que la consumís en exceso, entonces preguntaos: ¿Me estoy volviendo demasiado soso? ¿Le falta salero a mi vida?

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