Una cuestión... un tanto escatológica

La época victoriana, hace ya más de un siglo, trajo al mundo hombres con larga barba, pelo aceitado y sombrero (símbolos de falta de libertad), mujeres encorsetadas y tapadas hasta el cuello (signos delatores de la represiva moral imperante) y... el retrete: quizá uno de los peores inventos de la historia de La Humanidad (sí, habéis leído bien).

Yo no digo que no sea cómodo el susodicho artilugio. Cómodo, posiblemente, lo es. Otra cosa muy distinta es que sea saludable. Si no, preguntáos lo siguiente: estando en medio del campo, y a muchos quilómetros de un retrete, ¿cómo defecáis? O, si lo preferís en una jerga más victoriana: ¿Cómo hacéis vuestras aguas mayores? Evidentemente, de cuclillas (como la chica de la foto). Es la forma más natural y la que tanto hombres como mujeres adoptarían en tales circunstancias.

Aparentemente (sólo aparentemente), resulta un asunto sin mayor importancia: ¿Qué diferencia puede haber entre defecar de cuclillas y hacerlo medio metro más arriba, cómodamente sentado en la taza de un sanitario?, se preguntarán algunos/as. Pues la hay, y mucha, porque sentados en la taza de un retrete el colon (aunque no lo veamos) se pliega, reduciendo su sección. Lo suficiente como para que resulte más dificultoso evacuar las heces. Especialmente, quienes sufren los avatares del estreñimiento. Además, el defecar de cuclillas favorece en gran medida la relajación de los músculos que intervienen en este acto (como los esfínteres, por ejemplo). A lo que hay que añadir que, se sufra de estreñimiento o no, cuando se defeca sentado en el retrete nunca son evacuadas el 100% de las heces, siempre queda una cierta cantidad que la postura obliga a retener involuntariamente y de forma imperceptible (algo que, sin embargo, puede observarse perfectamente en radiografías o TACs).

La experiencia me lo ha demostrado sobradamente: muchas personas que padecían estreñimiento, siguiendo mis recomendaciones, han mejorado enormemente de esta afección al defecar en cuclillas. Simplemente, haciendo ese pequeño cambio en sus hábitos.

Defecando en cuclillas, pues:

- adoptamos la postura más adecuada que existe para tal efecto,
- respetamos la disposición natural del colon,
- favorecemos la evacuación, reduciendo esfuerzos;
- ahorramos tiempo,
- prevenimos hemorroides y fisuras,
- vaciamos completamente el intestino.

Y ahora llega la gran pregunta, ¿cómo defecar en cuclillas estando en casa? Desde luego, lo mejor sería poder hacerlo en una taza turca (así se denominan), es decir, éstas que están al nivel del suelo, con dos huellas y un agujero (quizá no muy estéticas, pero muy prácticas e higiénicas). Pero como doy por sentado que serían muy pocos quienes hicieran este cambio en su cuarto de baño, voy a proponeros unas alternativas muy sencillas y viables.

Para quienes no tengan ningún problema de movilidad, la solución consistiría en colocar los pies en el borde de la taza y a continuación, agacharse. Sin más. Aunque creo que en alguna parte venden una especie de anillos que se colocan en el borde de la taza para que los pies dispongan de una mayor superficie de apoyo. Sin embargo, si la movilidad es reducida (ancianos o personas enfermas), lo mejor es sentarse en la taza y colocar los pies encima de un taburete muy bajito (también puede valer unos pequeños bancos que se utilizan para sentarse cerca del suelo, que se elevan unos 20-25 cm), o cualquier cosa que eleve los pies hasta, más o menos, la altura del borde de la taza.

Ya os digo, a muchas personas les ha mejorado notablemente su vida este pequeño cambio. Así que os lo recomiendo. Vale la pena llevarlo a cabo.

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