¿Puentes o muros?

Que las personas experimentamos diferencias entre nosotras de vez en cuando es algo que nos caracteriza. Somos humanas. A mí, además, me parece normal, lógico y hasta saludable. Sin embargo, el reto que nos propone la vida, en mi modesta opinión, no consiste tanto en evitar a toda costa las crisis, sino, más bien, en afrontarlas de un modo edificante y constructivo.

Cuando las personas salimos de una crisis, de una discusión, de un enfrentamiento, se genera una mayor o menor distancia con el otro individuo. Es entonces cuando tomamos una decisión, cuando escogemos tender un puente... o levantar un muro.



Es muy fácil levantar muros. Sólo hacen falta piedras o ladrillos, y un poco de cemento u hormigón. Cualquiera puede hacerlos. No se precisa de mucha inteligencia. ¿Pero y un puente?

A decir verdad, no es fácil tender puentes. Para ello se requiere mucha habilidad, pericia, talento... y talante. Sólo los ingenieros más brillantes son capaces de tender recios puentes que salven grandes distancias y que no se derrumben con el tiempo, con los terremotos o cuando soplan fuertes vientos. Y, ¿no sucede lo mismo con las personas?

En mi opinión, sí. Hace falta mucha inteligencia, mucha habilidad y mucha tenacidad para construir puentes que salven las enormes distancias que pueden llegar a separar, a veces, a los seres humanos.



¿Y cuál es la materia prima necesaria para tender puentes de calidad entre las personas? ¿Se os ocurren mejores materiales de construcción que el cariño, que el respeto, que la confianza, que el saber escuchar, que la dulzura, que la comprensión, que el humor...? Todos ellos son facetas del amor. Facetas que no son un sueño ni un mero ideal. Gestos que todos los seres humanos, en alguno o varios momentos de nuestras vidas, hemos aplicado o hemos recibido de alguien. Y seguro que con excelentes resultados.

Se trata, sobre todo, de explotar este potencial, de comprobar hasta dónde da de sí, de procurar hacer de él un recurso cotidiano, de que sea el as que guardemos en la manga, de recurrir a él como a una panacea, con la certeza de que lo curará todo. En definitiva, de aplicarlo cuando surgen distancias aparentemente insalvables con nuestros familiares, amigos, jefas, compañeros...

Es, en última instancia, nuestra elección: muros... o puentes.

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