Vamos sobre ruedas

Yo que la uso, prácticamente a diario, para mis desplazamientos urbanos, puedo confirmaros que cada vez son más las personas que se sirven de la bicicleta para moverse por la ciudad de Valencia. Y me llama poderosamente la atención que en ésta y desde hace menos de diez meses las bicicletas plegables estén causando furor, lo que resulta fácil de entender, pues caben en cualquier lado (como un ascensor o un armario), son ligeras y muy manejables y te dejan entrarla en muchos sitios (te puedes evitar atarla en la calle). Yo compré una en primavera (ver artículo al respecto) y estoy encantado con ella. Ha sido una de las mejores inversiones de mi vida. Y un gran ahorro, por cierto.



En un mundo donde la gente se sirve del coche para ir a todas partes, donde este vehículo de cuatro ruedas se ha impuesto como un medio de transporte versátil, potente y que confiere mucha independencia, el transcurrir del tiempo y la experiencia de millones de personas en todo el mundo está demostrando que el automóvil implica una larga serie de inconvenientes:

- los necesarios seguros,
- impuestos ineludibles,
- plaza de garaje para reducir posibilidades de robo,
- nulo ejercicio físico,
- combustibles caros,
- contaminación del medio ambiente, etc.

Además de una considerable atadura (conozco a muchas personas que me han dicho en alguna ocasión: Mantener un coche resulta casi tan caro como mantener a un hijo).

Sin embargo, ninguno de esos inconvenientes tiene la bicicleta.



Conforme las grandes ciudades van volviéndose más y más cosmopolitas, y Valencia, por fin, está empezando a serlo, la gente va desprendiéndose de prejuicios, va temiendo menos el qué dirán; los individuos se vuelven más espontáneos, más auténticos y más naturales. Quizá por eso estoy empezando a ver a ejecutivos trajeados que van al trabajo en su bicicleta plegable. Lo cual, dicho sea de paso, me llena de alegría; además de parecerme un hecho muy significativo y plausible. Las bicicletas, cada vez es más evidente, están tomando las calles.

Este fenómeno me hace pensar en países como China, o como otros muchos del centro y norte de Europa, donde predominan los climas fríos y lluviosos, y, pese a ello, la gente, masivamente, se desplaza en bicicleta por las ciudades (¿será una cuestión de inteligencia?). Porque, a fin de cuentas, si la población mundial sigue creciendo a un ritmo vertiginoso, la perspectiva de que la mayoría de esas personas se desplacen individualmente en sus automóviles se antoja del todo disparatada. Sin dejar de lado que técnicamente, no es viable tal cosa. La tendencia, antes bien, es al colapso, a los atascos, que ya suelen padecer, en mayor o menor grado, las grandes metrópolis de los cinco continentes (curiosa, dicho sea de paso, la correspondencia entre los problemas de circulación en las grandes ciudades y los numerosísimos casos que se dan de enfermedades asociadas a problemas de circulación, como las trombosis, las embolias, las varices, o, in extremis, los fallos -colapsos- cardíacos).

La bici, asimismo, tiene mucho de lúdica. A casi todos nos hace revivir algunos momentos de la infancia, en la que fue nuestro primer vehículo, y motivo de muchos momentos agradables, de excursiones y de aventuras compartidas con los amigos. Un medio de transporte privado que quizá espeje mejor que ningún otro lo que nosotros somos, pues sólo nuestras piernas son su motor.



Ahora que se acerca la Navidad, os sugiero que vayáis escribiendo la carta a Papá Noel o a los Reyes Magos. Una bicicleta sería una excelente petición. Así podríais comprobar de qué manera y hasta qué punto puede mejorar vuestra vida. Además, es una opción barata, divertida, práctica y ecológica. Un modo de dar ejemplo a los más pequeños y de contribuir, definitivamente, a aliviar la carga tóxica del planeta Tierra, que no es poca.

Por lo demás, os dejo con unos vínculos interesantes y muy ad hoc:

www.conbici.org

www.mejorconbici.com

www.valenciaenbici.net

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