Aprendiendo a vivir en la incertidumbre

En la sociedad en que vivimos es frecuente la búsqueda de la seguridad. Lo hemos aprendido de nuestros padres, ya de pequeños, y luego se nos vende esa idea cuando somos adultos. Las personas, en efecto, buscan un trabajo que les dé seguridad, una pareja que les inspire confianza, una vivienda a prueba de ladrones, un coche resistente que les salve de un accidente mortal. A lo que yo me pregunto, ¿qué trabajo es totalmente seguro? Es decir, ¿existe algún trabajo que garantice al cien por cien, y pase lo que pase, el mantenimiento del empleo hasta que el asalariado se jubile? Actualmente, hasta los funcionarios del estado pueden llegar a perder su trabajo si no lo ejercen con diligencia.

Y siguiendo con el razonamiento: cuando te embarcas en una relación sentimental con una persona, ¿qué garantías existen de que esa relación perdure en el tiempo? ¿Lo garantiza el hecho de estar muy enamorado y de vivir un auténtico cuento de hadas? ¿Lo garantiza el casarse o el compartir unos hijos? ¿Lo garantiza el adoptar una actitud impecable respecto del otro? ¿No es verdad que hay parejas cuyos integrantes empiezan muy enamorados y felices y al cabo del tiempo han terminado como el rosario de la aurora?

Por otro lado, he visto recientemente en televisión cómo ha habido ladrones que han sido capaces de robar en urbanizaciones vigiladas con cámaras de seguridad, con patrullas y con carteles en los chalés donde se indicaba que la vivienda disponía de medidas de seguridad profesionales. ¿Y no es cierto que también hay coches muy seguros (no diré marcas) que cuentan con todas las medidas de seguridad y que algunos de ellos terminan accidentados y con todos sus ocupantes en el cementerio?

En un mundo donde un avión de pasajeros es capaz de poner fuera de combate al edificio más seguro del planeta (El Pentágono) y en el que el vehículo más seguro jamás construido (el transbordador espacial) ha terminado varias veces hecho trizas, ¿dónde radica la seguridad? ¿Acaso el ingeniero que diseñó el Titanic no aseguró el día anterior a su primera (y última) singladura que dicho transatlántico era, literalmente, insumergible? ¿No era también el dirigible Hindemburg un prodigio de la tecnología pensado para durar muchos años (sólo hizo un viaje) y terminó carbonizado? ¿Y no han sido muy seguras durante años las inversiones en una entidad como Fórum Filatélico? Que se lo pregunten, si no, a los pensionistas que invirtieron en ella todos los ahorros de su vida para gozar de una vejez más segura y desahogada.

Parece claro, a la luz de estos hechos, que cuanto más nos empeñamos en buscar la seguridad, más se empeña la vida en demostrarnos que no van por ahí los tiros: que la seguridad de que algo va a ser o de que algo no va a ser, en ningún caso, se nos puede garantizar. No obstante, son muchos los que hacen negocio de esa búsqueda de la seguridad con eslóganes como: No arriesgue la salud de su mascota, déle pienso X. Confíe en seguros Z... por lo que pueda pasar. Viva tranquilo con alarmas Y.

Tal vez la realidad requiera ser vista con una óptica distinta, con un punto de vista, más adaptado a las circunstancias, que nos descargue de preocupaciones y de temores. Quizá la solución a este conflicto humano que surge de buscar la seguridad y no encontrarla consista en aprender a vivir en la incertidumbre y dejar de tener expectativas sobre las cosas y sobre las personas. Claro que, para ver la vida de ese modo es necesario ganar en seguridad... en uno mismo. Por ejemplo:

- seguridad en que, dondequiera y comoquiera que nos hallemos, siempre seremos capaces de tomar decisiones;
- seguridad en que siempre podremos, no controlar lo que nos rodea o lo que nos sucede, pero sí controlar cómo lo vivimos;
- seguridad en que el amor (sólo de nosotros depende el ejercitarlo) es, además de un sentimiento, un instrumento solvente capaz de mejorar todas las realidades.

En definitiva, no podemos tener la seguridad de lo que va a pasarnos mañana, ni siquiera dentro de un segundo. Ni tampoco podemos saber de antemano que tal o cual persona va a actuar de un modo determinado. Cada circunstancia y cada individuo es altamente complejo, y son incontables los factores que convergen en cada ocasión y en cada persona. Todo es, por tanto, impredecible. Pero sí podemos confiar en nosotros y en nuestro potencial humano, en la vida y en la eficacia y precisión de los mecanismos (leyes naturales) que rigen los acontecimientos. ¿Y acaso sentir esa confianza no da seguridad?

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