Aljibes a escala nacional

Hace unos pocos fines de semana (escribo este artículo el 10-abr-2006) tuve ocasión de disfrutar de un par de días en los montes de Cheste (prov. de Valencia), ya que un amigo mío va a construirse una casa por la zona, y me invitó allí a pasar un par de días con él.

El caso es que junto al terreno que ha adquirido había unas extrañas pero muy hermosas construcciones de piedra a modo de iglú. Se trataba de antiguos aljibes (depósitos subterráneos de agua) en desuso.




Por dentro resultaban tan grandes y acogedores que decidí pasar la noche en uno de ellos. Dormí muy confortablemente con mi saco de dormir, bajo una cúpula de piedras superpuestas, sin contratiempos, acompañado por la paz y el silencio que imperaban en el interior. Me sentí muy a gusto. Fue una experiencia inolvidable.

A raíz de aquello, se me ocurrió lo siguiente: ¿por qué no trasladar la idea de los aljibes a una ciudad como Valencia, tan necesitada de agua?

Os explico: la mayoría de edificios de Valencia poseen uno o varios sótanos destinados a garaje. Y la mayoría, también, grandes terrazas comunitarias. Unas terrazas en las que, cuando llueve, el agua (de gran calidad) es conducida hasta las alcantarillas, donde termina yendo al mar. Y yo me pregunto, ¿por qué no desviar estas aguas a un sótano adicional que sirva a modo de aljibe? ¿Os imagináis qué enorme cantidad de agua podría recogerse a través de todos los tejados y terrazas de una ciudad? Se trataría de un agua dulce que, posteriormente filtrada, podría quedar perfectamente potable. Ya fuera para ser bebida o para ser utilizada con otros fines domésticos.

Del mismo modo que la ley marca toda una serie de requisitos a la hora construir edificios, como, por ejemplo, la obligatoriedad de que las VPO (Viviendas de Protección Oficial) instalen equipos de energía solar (Plan de Vivienda 2005-2008) en sus azoteas, bien podría decretarse en el futuro que se construyeran, además, con un colector en la terraza comunitaria (o en la azotea) que fuera a desaguar a un aljibe subterráneo. A fin de cuentas, sólo habría que construir un sótano más. El restro de la infraestructura inmobiliaria quedaría prácticamente inalterada.

Y añado: si este sistema ha funcionado de maravilla durante siglos, incluso en zonas desérticas (países africanos y árabes, por ejemplo) o muy secas, como Andalucía, ¿por qué no habría de seguir funcionando en la actualidad? Simplemente, se trataría de aprender de la experiencia y de recuperarlo, de rescatar este sistema de almacenaje de agua e implementarlo en el campo, en las zonas urbanizadas o incluso en las ciudades. Y si funcionara en Valencia, ¿por qué no trasladar el sistema a otros sitios donde la disponibilidad de agua fuese un problema?



En mi opinión, son muchas las ocasiones en las que el ser humano piensa en soluciones drásticas o complicadas para resolver los grandes retos que nos plantea la vida. Pero ésta nos enseña que en lo sencillo, muchas veces, radica la solución.
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Me viene a la memoria un caso muy curioso y, a la vez, gracioso: cuando el ser humano comenzó a viajar al espacio, la NASA vio la necesidad de diseñar un bolígrafo capaz de escribir en ausencia de gravedad. Se perseguía crear un sofisticado instrumento que pudiera ser utilizado por los astronautas a la hora de tomar notas en órbita. Así que los científicos e ingenieros más sesudos del planeta se pusieron a investigar distintos métodos para hacer tal cosa posible, destinando a dicha empresa varios millones de dólares. Los soviéticos, sin embargo, un tanto más listos y ahorrativos, decidieron utilizar para tal efecto simples lápices.

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