Sustituir café por malta

Me resulta curioso: lo mucho que pueden llegar a parecerse dos cosas, siendo, en el fondo, muy distintas. Tal cual, la malta y el café.

A nadie se le ocurriría quemar unas tostadas (hasta que se volvieran negras), cocerlas luego con agua y beber más tarde su caldo. No obstante, eso mismo es el café: una sustancia mayormente requemada de la que luego se extrae un caldo o jugo. Claro está que las empresas fabricantes no anuncian algo como: Beba el caldo de una sustancia medio quemada. Evidentemente, esto no resulta muy atractivo para ganar futuros clientes. Es mejor decir algo como tueste natural o torrefactado; suena mucho mejor. Pero del mismo modo que el hábito no hace al monje, el anunciar el café como algo natural o torrefactado no le priva de ser, a todas luces, una sustancia altamente tóxica. Si no, que se lo pregunten al hígado, que puede tardar más de 40 horas en digerirlo.

Desde luego, tanto si una persona se plantea mejorar su salud, alimentarse mejor o alcanzar un peso ideal, eliminar poco a poco el café resulta una opción que conviene tener en cuenta, pues éste constituye una gran fuente de toxinas que, en nada, beneficia al cuerpo.

La malta, sin embargo, siendo que posee un sabor semejante al del café, carece de todos los inconvenientes de éste. La malta, antes bien, es diurética, depurativa, tonificante, refrescante, remineralizante (calcio, potasio, magnesio, hierro, fósforo) y rica en vitaminas (sobre todo del complejo B) y aminoácidos (contiene más proteínas que la leche de vaca). Tan saludable, de hecho, que hasta pueden tomarla los bebés. Y, por si fuera poco, altamente energética. ¿Qué más se puede pedir?

Bien harían, pues, muchos padres y madres en darla de beber a sus hijos pequeños en sustitución de las habituales bebidas azucaradas o refrescos envasados, que, lejos de aportarles alimento y quitarles la sed, les dan más sed y les roban nutrientes del organismo.

Antiguamente, las personas con menos recursos económicos tomaban malta porque no podían comprar café, pero lo que quizá no sabían es que se estaban ahorrando muchos problemas de salud mientras alimentaban su cuerpo con los magníficos nutrientes de una estupenda bebida.

La malta se prepara como el café: en una cafetera o bien a modo de infusión. Después, se cuela, y, según apetezca, puede tomarse fresca o calentita. Se puede endulzar con sirope de arce, de manzana o con azúcar panela. Y mezcla de maravilla con cualquier leche vegetal (almendra, quinoa, arroz, etc.) o animal (cabra, vaca, etc.).

Os recomiendo la de Soria Natural, sobre todo porque está elaborada a partir de cebada germinada, con lo que la cantidad y calidad de sus nutrientes es muy superior al resto de maltas envasadas.

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