Miguel y la separación de sus padres



La relación de los padres de Miguel empezó a deteriorarse cuando él tenía seis años; y un año después, viendo que ellos no sabían cómo superar sus diferencias, decidieron separarse.

Los padres de Miguel se amaban pero, como digo, no sabían resolver sus diferencias. Sin embargo, por encima de todo, ambos decidieron tener un canal de comunicación muy honesto y directo con su hijo desde el primer instante del proceso. Y ese fue el primero de varios aciertos.

Lo que habría resultado más o menos traumático para la mayoría de hijos de padres separados, es decir, el vivir esa fragmentación y sus conflictos asociados, no sucedió con Miguel por las siguientes razones:

- Sus padres se marcaron como prioridad absoluta respetarse mutuamente y no saltarse esta premisa bajo ningún concepto, conscientes de que el saltársela podría implicar hacerse daño a ellos y, sobre todo, hacer daño a su hijo.
- Decidieron relacionarse normalmente con el crío, como si la separación no se hubiera producido, sólo que cada uno vivía en su propia casa y trataba de rehacer su vida por su cuenta.
- El mismo día que tomaron la decisión de separarse se sentaron con Miguel y le dijeron algo parecido a esto, repartiéndose el uso de la palabra entre ambos (fijémonos cómo pusieron el acento en las emociones y cómo trataron de dar seguridad y confianza a su hijo):

"Miguel, los papás nos queremos mucho pero nos hemos dado cuenta de que no podemos vivir juntos, así que vamos a separarnos. Queremos que sepas que esto no tiene nada que ver contigo. No es por ti. No es porque hayas hecho algo mal o porque no te queramos. Lo hacemos por algunas cosas que han pasado entre el papá y la mamá y que nos han hecho daño. Nosotros te vamos a seguir queriendo igual o más que antes. Y vamos a seguir cuidando de ti hasta que te hagas mayor. Vamos a estar a tu lado siempre, dándote cariño, divirtiéndonos y apoyándote en todo. A los dos nos encanta y nos hace muy felices estar contigo. Eres lo más importante en nuestras vidas".

El caso es que los padres de Miguel cumplieron su palabra, y mostraron una gran coherencia entre lo que le dijeron a Miguel y lo que luego manifestaron con sus actos cotidianos.

Yo tuve la suerte de conocer a Miguel hace años en el terreno de lo personal; y tiempo después, en lo profesional, ya que acudió como cliente a mi consulta porque deseaba mejorar su alimentación. Doy fe de que no detecté en él ningún rastro de trauma relacionado con la separación de sus padres. De hecho, es una de las personas más prósperas, equilibradas y felices que he conocido en mi vida. Y sé, a ciencia cierta, que sus padres, con su buen hacer, han tenido mucho que ver con ello.

Muchísimo...

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