Los cambios bruscos de humor/pensamiento en la mujer

Me complace compartir con vosotras (y con vosotros) una serie de observaciones y de conclusiones a las que he llegado desde mi ámbito personal y profesional. Me refiero a algunas falsedades que han acompañado a la mujer desde tiempos inmemoriales. A menudo, instiladas en la sociedad desde un patriarcado misógino, machista e ignorante. Falsedades que con el tiempo han llegado a calar, y a ser asumidas como ciertas e inevitables, incluso por las propias mujeres.

Parirás con dolor. Es natural que a una mujer le duela la regla. O incluso: Es un ser voluble porque es mujer. No lo puede evitar.

Falso.

Que un fenómeno esté extendido, que sea generalizado, no significa que sea natural; ni, mucho menos, deseable.

Por ejemplo: el matar por placer (en la caza deportiva, por ejemplo, o en la tauromaquia) es un fenómeno extendido en ciertas culturas, empezando por la nuestra, la ibérica. Pero somos el único animal del planeta que lo hace. Y en mi opinión, es un fenómeno delator de un conflicto interno. O dicho de otro modo: nadie que esté sano mental, emocional y espiritualmente sentirá la pulsión de matar por placer.

Existen precedentes de civilizaciones, pueblos y tribus donde las mujeres no paren con dolor (de hecho: ninguna hembra de mamífero salvaje pare con dolor, conste), como las de los abcasios, los hunzas o los vilcabambas. Tampoco sus mujeres sufren dolor alguno cuando les llega la menstruación. Ni experimentan cambios bruscos de humor o de pensamiento sin motivo aparente.

¿Y por qué?

Pues por tres motivos fundamentales:

1) Porque llevan un estilo de vida en armonía con la Naturaleza.
2) Porque siguen una alimentación, natural e integral, que propicia en ellas un adecuado equilibrio hormonal. 
3) Porque cultivan el buen humor.
y 4) Porque establecen, ya desde niñas, una relación muy estrecha de armonía y comunión con su propia feminidad.

Dolor al parir, dolor de regla, cambios bruscos de humor, de emociones o de pensamiento (sin motivo aparente). Puede que sean normales en muchas mujeres, sí, pero todos ellos tienen un denominador en común, la misma raíz: desequilibrios más o menos importantes en el sistema hormonal y ciertas actitudes (calcadas a menudo de los hombres) que entran en conflicto con la propia feminidad de la mujer, que son contrarias a su propia naturaleza.

Una feminidad que tiene que ver, en gran medida, con una sensibilidad de la que está especialmente dotada la mujer. Ha sido así durante millones de años y las razones son puramente evolutivas. Una necesidad imperiosa de perpetuar la especie. Es una sensibilidad especial, como digo, que desde nuestros orígenes como seres humanos le ha conferido la Madre Naturaleza. La sensibilidad que, originalmente, le servía para poder engendrar y hacerse cargo de un bebé adecuadamente, la sensibilidad especial para cuidarlo con atención y ternura, sin que éste sufriera los inconvenientes de un trato excesivamente rudo. Lo que no quita que ese papel también puedan asumirlo hoy en día muchos hombres. Pero eso es un tema aparte...

Comoquiera que sea, una parte considerable de las razones de la guerra de sexos que ha marcado las relaciones entre hombres y mujeres durante milenios se ha debido a la falta de comprensión de los hombres para con las mujeres. El no comprender que determinadas respuestas físicas, psíquicas o emocionales de ellas obedecían a fenómenos fisiológicos u orgánicos, perfectamente explicables, y no al puro capricho ni al azar.

Asimismo, existe una metáfora muy poderosa en todo este complejo entramado de la feminidad, las emociones y las hormonas. Me explico:

La palabra humor posee una acepción que significa: Cada uno de los líquidos de un organismo vivo. La otra acepción, mucho más conocida, es: Propensión más o menos duradera a mostrarse alegre. Pero lo más interesante de esto, es que ambas acepciones se correlacionan desde una perspectiva simbólico-metafórica, de tal modo que el desequilibrio en los humores corporales (incluyendo las hormonas) favorecerá el mal humor o los cambios bruscos de humor (y, a su vez, de pensamiento). Y viceversa: el mal humor y los cambios bruscos de humor (y, a su vez, de pensamiento) favorecen el desequilibrio hormonal. Es un flujo de doble sentido que puede jugar a favor o en contra de una mujer.

En síntesis: existen cuatro caminos que alejan a la mujer de su relación armónica con la feminidad y que la adentran en el conflicto (primero, consigo misma, y en segunda instancia, con su entorno), en el dolor y el sufrimiento:

1) Practicar un estilo de vida alejado de la Madre Naturaleza (el primer gran icono de feminidad).
2) Seguir una dieta que fomente el desequilibrio de su sistema hormonal (y que, al menos en algunos casos, pueda parecer muy natural y saludable a simple vista).
3) No cultivar el buen humor ni practicar el sentido del humor a menudo (en este caso, no serviría el humor ácido, ya que éste tiende a acidificar el pH de los humores corporales, y, por tanto, a desequilibrar el sistema hormonal).
y 4) No alinearse con la propia feminidad inherente a toda mujer (debido a la adopción de patrones de conducta o de roles masculinos que son contrarios a su propia naturaleza).

Y en relación con el último punto, añadir que tiene mucho que ver con la relación que la mujer ha mantenido de niña con su padre y con su madre.

Pero eso ya sería motivo de otro artículo...

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