La panacea

A lo largo de una vida son muchas y muy variadas las situaciones desagradables por las que puede atravesar un ser humano: abusos, humillaciones, desengaños, abandonos, miedos, celos...

Lo peor de todo es que muchas de esas situaciones surgen en nuestra existencia a contrapelo y sin previo aviso, siendo que es muy probable que nadie nos haya preparado para afrontarlas exitosamente. Entonces, ¿qué podemos hacer?  ¿Cómo podemos plantar cara dignamente a esos retos que nos desbordan y que nos causan dolor y sufrimiento? ¿Cuál es la mejor terapia para curarnos de nuestras inseguridades o de nuestras carencias? ¿Cuál es el mejor consejo que podemos seguir? ¿Dónde está esa persona que nos va a ayudar a salir del atolladero? ¿Existe alguna clase de fórmula o de estrategia que sea válida para superar esta clase de retos? ¿Existe alguna panacea?

No importa cuál sea la situación que nos haga sufrir, no importa qué tipo de enfermedad nos aqueje, ni el desafío que tengamos entre las manos. Porque existe una especie de bálsamo curativo que aplicado en la zona afectada (de nuestra vida) la hará sanar más tarde o más temprano. Con toda seguridad. Y ese bálsamo curalotodo, esa auténtica y genuina panacea se denomina:

AUTOESTIMA

La autoestima no es otra cosa que el amor expresado y dirigido hacia uno mismo. Es, en esencia, el sentimiento que nos impulsa a darnos en cada momento de nuestra vida aquello que es más adecuado para proyectarnos hacia un punto óptimo de armonía, equilibrio, bienestar y salud. Y, obviamente, y muy importante: la autoestima, por supuesto, nos aleja de aquello que nos roba armonía, equilibrio, bienestar y salud.

La teoría puede que esté más o menos clara. A fin de cuentas, tampoco es tan difícil de entender, pero, en la práctica, ¿en qué se traduce todo esto? ¿Cómo podemos aplicar la autoestima para que sea un instrumento eficaz y solvente en nuestras vidas? ¿Cómo utilizarla para trascender nuestros conflictos o para transformar nuestro dolor y sufrimiento en bienestar?

Para que la autoestima sea algo útil es necesario que nos dé la medida de las cosas, que nos lleve a un punto de equilibrio alejado de los extremos, que nos sitúe en una tesitura en la cual no nos quedemos cortos ni nos pasemos de la raya. Por ejemplo:

Mantenemos una relación de pareja con alguien y en un momento dado esa relación sufre un quiebro. A su vez, ese quiebro provoca un desencuentro. A partir de ahí, recurrimos a distintas vías para superarlo, como el diálogo, el respetar el silencio de la otra persona, e, incluso, mirarnos el ombligo para encontrar nuestro grado de responsabilidad en el asunto. Sin embargo, el tiempo transcurre y la otra persona se mantiene fría y distante, alejada de nosotros.

La cuestión es que, si así lo sentimos, podemos seguir ahí, cerca de ella, y disponibles durante un tiempo. Pero... ¿hasta cuándo?

Mi respuesta sería: hasta que sientas que el estar ahí empieza a hacerte daño, o a robarte el bienestar, o la serenidad, o la salud.

Porque tal vez ames a esa persona, sí, ¿pero y qué ocurre contigo? ¿Ocupas un segundo plano? ¿Estarías dispuesto a ir muy lejos en tu afán de arreglar las cosas aunque eso supusiera perder tu equilibrio, tu armonía y tu salud?

Si eres capaz de no llegar a ese límite de hacerte daño es porque tu autoestima está fuerte. Si lo sobrepasas, tu autoestima está debilitada. Así de simple.

Podría deciros, sin ningún temor a equivocarme, que el dañar su autoestima es lo peor que puede hacer un ser humano en su vida. Me remito a mi propia experiencia, así como la de muchas personas cercanas que he tenido oportunidad de observar.

Si atentas contra tu propia autoestima es más que seguro que vas a atraer la desgracia (lo contrario a la gracia) a tu vida: lo doloroso, lo desagradable, problemas, contratiempos, enfermedades... Siendo que esas adversidades son, precisamente, las que te van a llevar, más tarde o más temprano, a que te reencuentres con ese estado de armonía y de bienestar que no es sino tu propia naturaleza. Aquello que verdaderamente eres.

Sin embargo, si eres capaz de estar atento y de utilizar tu voluntad para encontrar esa medida justa y necesaria en cada momento de tu vida, conseguirás alejarte del dolor y del sufrimiento y disfrutarás de más paz, más armonía, más salud y más felicidad.

La justa y necesaria medida de las cosas: de eso se trata. Y en virtud de esta medida (que seguramente no será exactamente igual para todos), tu autoestima, por ejemplo:
  • Te permitirá disfrutar de una o dos copas de vino, pero te alejará de beberte la botella entera y emborracharte.
  • Te permitirá opinar libremente en un debate, pero te alejará de hablar demasiado y de un enfrentamiento.
  • Te permitirá insistirle a alguien con algún tema que tenéis pendiente, pero te alejará de volverte cansino o agobiante.
  • Te permitirá disfrutar de un momento excitante y emocionante, pero te alejará de correr un peligro innecesario.
  • Te permitirá hacer un sobreesfuerzo puntual si la ocasión lo requiere, pero te alejará de vivir en un estrés continuado que amenace seriamente tu salud.
  • Te permitirá expresar tus pensamientos, sentimientos o necesidades pero te alejará de exponerlos de una forma que puedan volverse contra ti.
  • Te permitirá tomar decisiones que otros no comprenderán, pero que tú sabes de antemano que serán para bien porque eliges desde la autoestima y no desde el miedo.

Comentarios