Os dejo con un texto con el que he pretendido ilustrar la diferencia entre las dos caras de una conocida dualidad.
Amor: ¿Has visto a esa gente? Me encanta su piel color canela. Y ellas llevan unos trajes muy vistosos.
Temor: Los inmigrantes, o son unos delicuentes, o nos quitan puestos de trabajo, o pretenden invadirnos culturalmente.
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Amor: Te pido disculpas por lo que sucedió. Asumo mi responsabilidad. Y me gustaría poder hacer algo para compensarte.
Temor: Seguro que si te perdono volverás a hacerlo tarde o temprano.
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Amor: ¿Te importa que compartamos la ensalada? Es que tengo todos los platos en el lavavajillas.
Temor: No me hace mucha gracia comer de ese modo. Así pueden contagiarse enfermedades.
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Amor: Mira, mamá, me he comprado este vestido que resalta mi figura. Me favorece mucho.
Temor: Como te vean así en el barrio van a pensar los vecinos que te has vuelto una cualquiera.
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Amor: Estoy segura de que en un futuro no muy lejano no harán falta cárceles ni policía.
Temor: Te equivocas. Siempre habrá delincuentes que necesiten ser apartados de la sociedad y policías que nos protejan de ellos.
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Amor: Yo propongo que tendamos un puente que salve el río y que una las dos ciudades, porque de ese modo favoreceremos el intercambio y las comunicaciones entre ambas. Además, será una manera de enriquecernos mutuamente.
Temor: Pues lo que yo propongo es que amurallemos nuestra ciudad y que coloquemos cámaras de vigilancia en su perímetro. Tenemos muchas diferencias con los de la otra orilla y no me fío un pelo de ellos. Mejor nos irá si cada uno se queda en su sitio, no vaya a ser que terminen colonizándonos.
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Amor: Me gustaría que intentáramos olvidar nuestras diferencias y que nos viéramos pronto. Seguro que mediante el diálogo podríamos llegar a un acercamiento y darnos cuenta de todo lo que tenemos en común. A fin de cuentas, hablando se entiende la gente.
Temor: Pues yo no quiero verte. Me has ofendido y nunca lo olvidaré. Y no tengo nada más que hablar contigo. Se acabó.
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Amor: No te preocupes. Ya verás como todo irá bien. Es sólo un barrio de gente obrera.
Temor: ¿Pero has visto las pintas que tienen esos? Seguro que si seguimos aquí terminan atracándonos.
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Amor: Qué bien, por fin llega el invierno, ¡y la nieve! Ahora podremos hacer un muñeco en el jardín. Será muy divertido.
Temor: Ni lo pienses. Hace un frío de pánico. Es horrible. Si salimos al jardín, seguro que nos resfriamos.
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Amor: Te amo.
Temor: Espero que sea para siempre.
Amor: ¿Has visto a esa gente? Me encanta su piel color canela. Y ellas llevan unos trajes muy vistosos.
Temor: Los inmigrantes, o son unos delicuentes, o nos quitan puestos de trabajo, o pretenden invadirnos culturalmente.
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Amor: Te pido disculpas por lo que sucedió. Asumo mi responsabilidad. Y me gustaría poder hacer algo para compensarte.
Temor: Seguro que si te perdono volverás a hacerlo tarde o temprano.
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Amor: ¿Te importa que compartamos la ensalada? Es que tengo todos los platos en el lavavajillas.
Temor: No me hace mucha gracia comer de ese modo. Así pueden contagiarse enfermedades.
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Amor: Mira, mamá, me he comprado este vestido que resalta mi figura. Me favorece mucho.
Temor: Como te vean así en el barrio van a pensar los vecinos que te has vuelto una cualquiera.
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Amor: Estoy segura de que en un futuro no muy lejano no harán falta cárceles ni policía.
Temor: Te equivocas. Siempre habrá delincuentes que necesiten ser apartados de la sociedad y policías que nos protejan de ellos.
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Amor: Yo propongo que tendamos un puente que salve el río y que una las dos ciudades, porque de ese modo favoreceremos el intercambio y las comunicaciones entre ambas. Además, será una manera de enriquecernos mutuamente.
Temor: Pues lo que yo propongo es que amurallemos nuestra ciudad y que coloquemos cámaras de vigilancia en su perímetro. Tenemos muchas diferencias con los de la otra orilla y no me fío un pelo de ellos. Mejor nos irá si cada uno se queda en su sitio, no vaya a ser que terminen colonizándonos.
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Amor: Me gustaría que intentáramos olvidar nuestras diferencias y que nos viéramos pronto. Seguro que mediante el diálogo podríamos llegar a un acercamiento y darnos cuenta de todo lo que tenemos en común. A fin de cuentas, hablando se entiende la gente.
Temor: Pues yo no quiero verte. Me has ofendido y nunca lo olvidaré. Y no tengo nada más que hablar contigo. Se acabó.
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Amor: No te preocupes. Ya verás como todo irá bien. Es sólo un barrio de gente obrera.
Temor: ¿Pero has visto las pintas que tienen esos? Seguro que si seguimos aquí terminan atracándonos.
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Amor: Qué bien, por fin llega el invierno, ¡y la nieve! Ahora podremos hacer un muñeco en el jardín. Será muy divertido.
Temor: Ni lo pienses. Hace un frío de pánico. Es horrible. Si salimos al jardín, seguro que nos resfriamos.
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Amor: Te amo.
Temor: Espero que sea para siempre.
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