Crece el interés por la vida saludable, armoniosa y pacífica.

De vez en cuando oigo a mi alrededor frases o comentarios acerca de lo mal que está el mundo. Y los comprendo, pues cada persona expresa lo que siente de acuerdo con su idiosincrasia y según sus circunstancias, que no siempre son gratas.

Además, es cierto que en nuestro mundo, cotidianamente, acontecen hechos que a todos pueden dejarnos un mal sabor de boca: guerras, terrorismo, conflictos en la vida política, precariedad laboral, violencia familiar, etc. Pero, a poco que nos fijemos, también existen multitud de signos que ponen de manifiesto otra realidad social mucho más grata y armoniosa. Y una realidad que crece. Por ejemplo:

- El incremento en los últimos años de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) destinadas a erradicar el hambre, a combatir las desigualdades sociales o mejorar la asistencia sanitaria en los países empobrecidos. Cuando hace una década apenas existían unas pocas.
- La irrupción de los SPAs en las ciudades. Lugares en los que, como en las antiguas termas romanas, las personas pueden cuidarse por dentro, además de por fuera, gracias a los beneficios de la hidroterapia.
- El crecimiento, tanto en la oferta como en la demanda, de productos ecológicos.
- El aumento espectacular de fruterías y verdulerías en los barrios.
- El incremento del número de ecoaldeas. Comunidades rurales en las que las personas llevan a cabo un estilo de vida muy en consonancia con la naturaleza.
- El arraigo de la cultura del reciclaje. Y la proliferación de toda una serie de distintos tipos de contenedores (deshechos orgánicos, papel, plásticos, pilas, vidrio, etc.) en las zonas urbanas.
- El descenso de alistamientos en el ejército y la reorientación de éste, cada vez más, para misiones de carácter mayormente humanitario.
- El crecimiento en número de las tiendas de dietética, herboristerías, tiendas de comercio justo y de las asociaciones de consumidores de productos ecológicos.
- El avance, pese a las dificultades, de los valores humanos asociados a las sociedades multiétnicas, pluriculturales y cosmopolitas. Valores como la tolerancia, el respeto y la integración.
- Las significativas mejoras que están teniendo lugar en lo relativo a la igualdad de la mujer respecto del hombre (hablo de igualdad de derechos) en todos los ámbitos de la vida cotidiana, así como la equiparación de derechos de determinados colectivos que durante milenios han venido sufriendo los estigmas de la represión y de la marginación (homosexuales, por ejemplo).
- La paulatina desaparición de las barreras físicas, arquitectónicas y laborales que suponían un obstáculo para el normal desenvolvimiento y desarrollo de los discapacitados físicos o psíquicos.
- La expansión y la implementación de las terapias naturales, a través de centros destinados a tal efecto, como formas solventes y no agresivas de mejorar la salud física y psicoemocional del ser humano.
- La difusión, la vertebración y la aplicación, en definitiva, de una cultura alternativa a los sistemas político-sociales imperantes en el mundo. Una cultura vasta, ancestral y actualmente renovada que busca el abrazo con la Naturaleza, la concordia entre las distintas naciones y la hermandad entre todos los seres humanos.

Y estos puntos son sólo una muestra. A la lista se podrían añadir muchos más. Si bien, lo mejor de todo es que cualquiera de nosotros/as puede contribuir a que la armonía en el mundo crezca, arraigue y dé frutos. A fin de cuentas, muchos granos de arena hacen una playa.

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